Cansado por mis preocupaciones laborales en un mundo demandante de tiempo y más tiempo para producir más y más, caminé hacia la consola de consultas del departamento de Logística para quejarme con los puntajes de evaluación que la inteligencia artificial estaba considerando mi trabajo.
Mis sentidos estaban exaltados. Mis pasos se escuchaban desafiantes. Era la tercera vez que había sido amonestado. El ojo vigilante en la cámara ubicado delante de mi pantalla había notado que me había dormido dos minutos la primera semana del mes tercero. En la segunda semana registró mi distracción al leer por mucho tiempo el teléfono. Más de 15 minutos, mayor al límite impuesto por el reglamente, que claramente indica que cada persona solo puede ver su teléfono 10 minutos.
En la tercera, el ojo había notado que me había dormido más de 5 minutos. Llegué a la sala de reunión, caminé por el pasillo, llegué a la recepción y solicité ver con urgencia al encargado en turno del departamento.
- Señor, no puedo hacer nada- dijo la recepcionista mientras presionaba su teclado apresurada. - Usted sabe, la máquina no se equivoca, si le atrapó haciendo algo indebido, debe recibir la amonestación y el descuento correspondiente- dijo sin cambiar de expresión.
Otra vez atrapado. Una y otra vez.
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