Tomé las últimas monedas que me quedaban en el bolsillo para comprar panes rancios. Sí, los panes que venden en altas horas de la noche, cuando todo se acaba y lo único que queda es aceptar lo poco que queda de la tienda de la esquina. Remojar esas masa secas en una taza de café sintético es lo más extraño del mundo, Recuerdo probar el buen café que hacía mi abuela. Se tomaba la molestia de cogerlo con las manos, tostarlo, molerlo y filtrarlo con agua caliente. Muchas cosas han cambiado. Hasta mi asistente. Es un robot, un pedazo de plástico, cables, placas verdes, chips, todo soldado. Muy útil en situaciones difíciles. Demasiado torpes cuando hay emergencias, en especial, cuando se trata de entender el lenguaje hablado. Ya decía la caja una advertencia: "No use esta unidad en situaciones de emergencia". Y es verdad que uno no puede confiar en estas latas cuando no pueden interpretar correctamente nuestras ordenes, ya sea porque no vocalizamos correctamente o por un...